
El gato doméstico (Felis sylvestris catus) desciende del gato montés africano (Felis sylvestris lybica), con dos centros de domesticación independientes: Próximo Oriente hace unos 10.000 años y otro posterior en Egipto. Ésto debió surgir en los primeros poblados neolíticos, cuando los gatos salvajes se acercaron probablemente atraídos por la abundancia de roedores. Los humanos debieron seleccionar los ejemplares más sociables y mansos. La salida fuera de la península de Anatolia se constata con un primer linaje detectado en Bulgaria (6.400 años). Un segundo linaje dominó el Antiguo Egipto, según el ADN de las momias felinas egipcias. Su expansión por todo el Mediterráneo ocurrió hace 3.000 años, cuando se usaban en los barcos para controlar ratas y ratones. Se constata la presencia de gatos de origen egipcio en puertos vikingos de la actual Alemania en el siglo VII y del actual Irán en el siglo VIII. En el Antiguo Egipto predominaban los gatos atigrados listados, el patrón a manchas no se hizo habitual hasta la Edad Media, tras aparecer en el siglo XIV en Turquía.
Es muy frecuente que los gatos domésticos adquieran una vida salvaje en libertad o semilibertad (gatos ferales), como consecuencia del abandono o de escapes, logrando reproducirse en libertad con bastante facilidad. Cuando estos gatos se encuentran con abundante alimentación porque se les proporciona reducen su carácter territorial formando grupos, a veces muy numerosos, a los que últimamente se les denominan “colonias”.
Estos gatos asilvestrados originan, como veremos más adelante, considerables problemas en lo referente a la salud pública y a la conservación de la biodiversidad, lo que hace necesario una intervención con el fin de solventarlos.
El presente documento aborda este tema y plantea algunas medidas para afrontar esta situación: Postura de la Sociedad Cordobesa de Historia Natural ante las Colonias Felinas