Heraldos del lejano norte (J. Aragonés)

Por estas fechas, las dehesas graníticas del norte de Córdoba se ven inundadas por un atronador trompeteo que llega desde el cielo del atardecer. Van pasando enormes bandadas de grullas cuyo inconfundible reclamo se ve acompañado por las réplicas de otras que se alimentan entre las encinas que dominan el paisaje batolítico. Un sonido envolvente, casi cuadrafónico, de miles de grullas que hace tan solo unas semanas se despedían de Suecia, Alemania o Noruega. Algunas habrán volado, como cada año, casi 4.000 km para pasar el invierno atiborrándose de bellotas ibéricas. Se llaman unas a otras para dirigirse al dormidero y mientras el cielo se tiñe de naranja largas formaciones de aves dibujan filigranas en el horizonte. Se extiende el silencio de la noche y, a duras penas, consigue vencer el grullil alboroto.